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jueves, 8 de enero de 2015

FIBROMIALGIA Y MEDICINAS ALTERNATIVAS

Cuando nos diagnostican una enfermedad crónica para la que no hay un tratamiento curativo, sino sólo tratamientos paliativos (que ayudan a tratar los síntomas que presentamos), las personas que nos quieren y viven a nuestro alrededor se afanan en buscar y aconsejarnos múltiples terapias alternativas que le funcionaron muy bien al vecino del 4º o a la prima de la cuñada de un compañero de trabajo…

En mi caso que sólo creo y practico la medicina científica, lo tengo muy claro: sólo he de intentar no hacer daño a esas personas que me quieren cuando me niego a probarlas, pero: ¿Qué pasa cuando como médico hemos de dar nuestra opinión?

En estos momentos conviven juntas la medicina científica con otras alternativas o pseudociencias: homeopatía, fitoterapia, flores de Bach, sofrología, método del “Dr. Fulanito” y un largo etc…, estableciéndose conflictos éticos entre las personas que las practican (algunos de ellos médicos) y nosotros.

Medicina científica es la que acepta el método científico como único mecanismo posible, tanto para establecer la etiología de una enfermedad como para validar los procedimientos diagnósticos y terapéuticos. Así de fácil.

El método científico se basa en modelos probabilísticos con los que se pueden establecer asociaciones entre los factores de riesgo y la aparición de la enfermedad o entre el tratamiento y la remisión de la enfermedad.

Se realizan ensayos clínicos a doble ciego que consisten en utilizar un grupo control de pacientes a los que se le administrará una sustancia o un método sin ninguna actividad terapéutica (un placebo), y otro grupo experimental al que se le administrará la sustancia o el método del que queremos probar su eficacia

Para influir menos en el resultado final, ni el médico investigador ni los pacientes sabrán a qué grupo están tratando o a qué grupo pertenecen. Posteriormente una tercera persona analizará los resultados.

Este método se usa para prevenir que los resultados no dependan del efecto placebo o del interés del que quiere utilizar o “vender” el nuevo producto o método en estudio.

Simplemente tienen que demostrar que la sustancia o el método estudiado tiene más efecto que el que se obtiene con el placebo y ya está…¿a que es fácil?

Los resultados obtenidos se publican en revistas científicas para que puedan ser refutados o confirmados por cualquier otra persona, ya que se ha de poder conseguir siempre el mismo resultado aún practicado en diferentes lugares y por diferentes personas.

La mayoría de los procedimientos que usa la medicina alternativa (por no decir todos) no están validados, mientras que la gran mayoría (por no decir todos) de los usados en la medicina científica si lo están.

Los defensores de la medicina alternativa afirman que no existe esta separación y que lo que ellos practican también está basado en el método científico, pero generalmente es pura charlatanería.

Cuando se han hecho ensayos clínicos para demostrar la utilidad terapéutica de este tipo de disciplinas alternativas, los resultados han sido abrumadoramente negativos.

Los médicos que practicamos la medicina científica sabemos que los tratamientos que proponen estas pseudociencias no han sido validados, por ello lo razonable sería aconsejar a los pacientes que no acudieran a ellas, pero también conocemos el efecto placebo y su importancia en la mejoría de ciertas patologías, con lo que entramos en conflicto entre aconsejar o no este tipo de medicinas.

Entramos entonces en conflicto con nosotros mismos, que podrían resolverse aplicando unos principios bioéticos (se pueden usar los de Belmont) que tengan en cuenta:

• Autonomía: Los pacientes que acuden a las medicinas alternativas sólo pueden tener autonomía si están bien informados de los efectos que estos tratamientos producen, incluyendo el hecho de que no están validados científicamente y el que en algunas ocasiones por no dar un tratamiento ortodoxo se puede estar poniendo en peligro a la persona.

• Beneficiencia: Como médicos estamos obligados a no aplicar tratamientos que no produzcan un verdadero beneficio terapéutico. En estas circunstancias deberíamos advertir a nuestros pacientes de los peligros que puede conllevar para su salud acudir a este tipo de medicinas: Consentimiento Informado.

• No maleficiencia: En la medicina científica nos basamos en el “Primum non nocere” (lo primero es no hacer daño); todos los productos farmacológicos presentan además de los efectos beneficiosos otros que no lo son y que llamamos efectos secundarios. En las medicinas alternativas no sucede lo mismo ya que la mayoría de ellas son inocuas, no tienen ni efectos beneficiosos ni efectos secundarios (por suerte para todos). En determinados casos puede ser aconsejable indicar alguna de estas terapias por la importancia del efecto placebo que tienen.

• Justicia: El Sistema Nacional de Salud no cubre estos tratamientos, lo que puede suponer una discriminación para muchos pacientes.

En la actualidad el principio más importante de los nombrados es el de la autonomía del paciente.

No os preguntáis, si es tan fácil comprobar si un tratamiento funciona o no, ¿por qué los que practican este tipo de medicinas no están dispuestos a realizarlos?

Puede que en el fondo sepan que lo único que están haciendo es ayudar a la gente con el maravilloso efecto placebo

http://draherraizmedicoypaciente.com/2014/11/09/medicinas-alternativas-pseudociencias-y-mi-etica-medica/

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