Donde hay risa, sucumbe el dolor, normalmente. Compartir una carcajada con un ser querido o compañero de trabajo no sólo se siente bien, sino que es bueno para usted. Los estudios demuestran que la risa estimula el sistema inmunológico, disminuye la tensión e incita la circulación sanguínea. Y aquí es donde entra una nueva forma de “risoterapia”.
La verdad sea dicha: la mayoría de los adultos no estallan a carcajadas espontáneamente todos los días. Así que un número creciente de personas están volcándose al hasya yoga, una forma de risoterapia, para “fingir hasta que se logre.”
Hasya, o “yoga de la risa”, inició en 1995 con un médico hindú llamado Madan Kataria. La original disciplina, que emplea actividades lúdicas y ejercicios de respiración guiados para provocar risa, se ha extendido desde entonces a más de 50 naciones, con cerca de 200 clubes tan sólo en los Estados Unidos.
En las personas con dolor crónico, los beneficios fisiológicos de la risa pueden servir como un instrumento poderoso de control del dolor, según indica el director de la Escuela Americana de Yoga de la Risa en California, Sebastien Gendry. El mismo asevera que cuando se ríe, se liberan endorfinas. Éstas son hormonas de bienestar, así como analgésicos naturales.
Tal es la experiencia de Janet Wilson, enfermera de Arizona con fibromialgia, quien se certificó en risoterapia en el 2005. Ahora está encargada de clubes de risoterapia en Flagstaff. Afirma que después de tener dolor crónico por 12 años, le encanta dirigir las sesiones porque le pone de mejor humor y le brinda un alivio del dolor que dura unas dos horas.
Para probar el yoga de la risa, Gendry sugiere fingir tomarse una “píldora de hilaridad,” que vaya estimulando de una risita hasta una sonora carcajada desde el momento que “toca” su lengua. O considere unirse a un club de la risa. Como la risa es contagiosa, disfrutar de unas cuantas tandas de risa fingida con otros podría inspirarle un verdadero ataque de risa.
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